“Ayer vi un boliviano con las mismas Nike mi hijo” se
habría quejado uno de los indignados
Un nuevo capítulo se abre en la Historia Argentina con la
reaparición de las cacerolas. Esta vez no se trata de la confiscación de
ahorros ni de corralitos en las cuentas bancarias, esta vez se trata de la
igualdad de derechos. La clase media argentina está indignada y con razón, de
golpe y porrazo y sin previo aviso, de unos años a esta parte, un enorme grupo
de habitantes de los suburbios consigue derechos impensados. Cualquier morocho
argentino, paraguayo o boliviano come como la clase media, se viste como la
clase media y hasta intenta confundirse con ella. La única diferencia entre un
auténtico representante de la clase media y uno trucho era hasta hace unos días
la capacidad de ahorro en dólares, diferencia que fue borrada de un plumazo por
la dictadura populista de Cristina Fernández de Kirchner.
Esta protesta de clase recién empieza pero ni los más
agudos analistas se atreven a pronosticar cuándo y cómo terminará.